Lamento no haber podido escribir ayer. Uno que se dice filántropo colapsó el internet y no pude. Excusas.
Al llegar ayer a Sahagún entramos en el albergue Viatoris. Está muy original y limpio. Es muy recomendable. El trato es muy bueno. Y no da sensación de hacinamiento. Llegamos junto a un grupo de unos 10 polacos con coche de asistencia incluido. Qué despliegue. En vez de a las 10, nos dicen que cierran a las 11. Una hora de más es todo un lujo asiático.
Por la tarde, después de arreglarnos, estuvimos charlando con el dueño, Tino. Nos reimos mucho. Visitamos el pueblo y cenamos muy bien, con un buen vino. Al volver al albergue sólo quedaba en recepción Germán, filólogo inglés, y Peggy, que está oyendo el partido del Madrid. Germán se define como el último latinista vivo. Les enseñamos nuestras camisetas y nos reimos mucho. Le comentamos que nuestro lema bicigrino 2008 es ortum tedeum. Dice que no sabe qué es ortum, pero que vendrá de orto, que es un agujero del que sale algo. Le decimos que ahí le has dado y nos reimos un buen rato. Peggy va cantando los goles del Madrid y veo que tiene una bandera del Madrid. Yo saco la bufanda que había traido para pasársela por los morros a Julio. Más risas.
Germán dice que las fotos las va a poner en su página y en la del albergue. Pongo el link: http://www.studium.es/ http://www.viatoris.es/ Dormimos muy bien. Por la mañana a salir zumbando a las nueve de la mañana.
A partir de aquí la esencia del Camino y el ambiente peregrino que se respira por esas rutas solitarias de Burgos y Palencia se pierde. El Camino va casi siempre al lado de la carretera nacional y no ves pasar más que coches y camiones a tu lado.
Al llegar al primer pueblo, Calzada del Coto, decidimos coger una ruta alternativa que va por la antigua Via Trajana. El día se levantó muy encapotado y con mucho viento. Al pasar el día el cielo fue despejando, pero el viento arreciaba de frente y en muchos tramos llanos no pasábamos de 10 por hora. En las cuestas abajo había que dar pedales para que la bici no se parara.
Durante 40 kilómetros, hasta Mansilla de las Mulas, sólo cruzamos un pueblo, Calzadilla de los Hermanillos. Y en todos esos kilómetros sólo vimos dos parejas de peregrinos a pie. Había tramos en los que parecía que el camino conservaba el empedrado original de la calzada romana y se nos saltaban hasta los empastes.
Se nos hizo infinito. Hacíamos media de 10 por hora, pero pedaleando de contínuo contra el viento con un esfuerzo enorme. La sensación era de estar subiendo un puerto de rampas muy empinadas, y eso durante 40 km. Extenuante. A falta de 6 km. para Mansilla de las Mulas se divisa el pueblo desde un pequeño alto. Parecía que en un momento íbamos a llegar, pero se nos hizo eterno. No llegabas nunca del viento que soplaba. Tardamos en hacer esos 40 km unas 3 horas.
Al llegar a Mansilla de las Mulas tenía las piernas como tarugos. Abotargadas. Me bajé de la bici como un click. Lo que parecía una etapa de transición, prácticamente llana, se convirtió en un suplicio. Durísima.
En Mansilla dejamos las bicis en el albergue y nos fuimos a comer al bar de al lado. Además del correspondiente menú, nos apretamos unos callos y unas morcillas. Todo muy rico. Al volver a por las bicis vimos que había un patio interior con sillas y que daba un sol muy rico. ¡ Y sin viento!. Nos quedamos rezando un padrenuestro con los ojos cerrados. Al volver en sí nos damos bálsamo de tigre en las patas y de nuevo en marcha hacia León.
Camino infame, pasando al lado de carreteras muy transitadas e incluso hay que ir por el arcén de la autovía a la entrada de León. El bálsamo hace efecto y las piernas no duelen ahora. Al llegar a León nos dirigimos al albergue municipal. Nos dicen que podemos llegar a la hora que queramos, que no cierran por la noche. Alucinante.
Nos duchamos y a visitar el barrio húmedo. Hacemos las visitas de rigor y empezamos a tomar vinos y a ir picando algo. En una tasca nos encontramos a dos tías, Conchi y Antonia. Antonia después nos dice que el nombre es falso, que no quiere dar el verdadero nunca. Es fisioterapeuta y me bajo los pantalos para que me mire las patas. Le da mucho corte, pero a Conchi no. Unas cuantas fotos y nos llevan a otro garito que regenta una conocida de ellas, Agustina.
Agustina es la caña. Nos da un muy buen vino y nos da una tortilla de patatas entera recién hecha en plan picho. Le digo que si me puedo sacar una foto con ella y me la hacen agarrándola las berzas. Se parte la caja con nosotros. A su marido le pedimos que nos enseñe un estoque que tiene en el techo. Es bueno, hecho en Toledo. Como si de una iglesia se tratara, tienen en una esquina un atril con velas. Echo una limosna y enciendo tres velas mientras hago que pido por los tres para que lleguemos con bien a Santiago. Seguimos tomándonos unos vinos más. Pasamos un rato estupendo. Muchas gracias por tratarnos tan bien y reirnos tanto.
Al rematar la faena nos despedimos y nos volvemos al albergue medio pedos. Es la una de la madrugada y mañana hay que madrugar. Al entrar vemos que lo nuestro es nada. Un tío en calzoncillos va de lado a lado del pasillo dando arcadas y sin saber ni el nombre de su madre. Antes de llegar al baño, si acaso hubiera podido llegar alguna vez en el estado en que estaba, echa toda la raba en la puerta de una habitación. Se lo decimos a la hospitalera, bajita y con mala uva, y empieza a llamarle cerdo y a amenazarle con echarle desnudo a la calle. Le decimos que no insista, que el animal no está oyendo ni entendiendo nada.
La noche la pasamos muy mal. Hace un calor insoportable, lo que unido a la sequedad de garganta propia de un estado pre-etílico hace que no veamos el momento de que amanezca. Esperamos que mañana no haga viento y que no nos llueva.
Hoy hemos hecho 59 km.
Tiempo real pedaleando 4h 25 min
Vel. media 13,3 km/h
Vel. máxima 40,16 km/h
Hemos pasado por Calzada del Coto, Calzadilla de los Hermanillos, Mansilla de las Mulas, Puente de Villarente, Arcahueja, Valdelafuente, Puente de Castro y León.
En Calzadilla de los Hermanillos:
Mansilla de las Mulas:
Entrando a León por Puente Castro:
Catedral de León. Julio es un crack haciendo fotos, menos mal que no hizo de esto su medio de vida. Obsérvese a man-in-the-middle:
Nuestra Agustina de León, la tía más cañera de España:
Mis caminos en bici. Camino Francés 2008, Camino del Salvador y Primitivo 2009, Vía de la Plata 2011, Camino Real de Guadalupe 2012, Camino Lebaniego, Vadiniense y de Madrid 2013, Camino del Cid, del Levante y Real de Guadalupe 2014, Cuencas mineras de Castilla y León 2015 y 2016, Camino Sanabrés, Parque Natural Transfronterizo Xurés, Parque Nacional Pereda Gerés, Camino Portugués 2017
martes, 29 de abril de 2008
Día 4. 76 Km. León - Rabanal del Camino
Teóricamente hoy era un día de transición, casi todo llano y con el homenaje que nos queríamos dar con el cocido maragato, pero al final se ha convertido en el día más duro.
Dormimos poco, eso porque quisimos, y mal, esto porque hacía un calor insoportable. Anoche Luis se desvaneció y empezó a roncar incluso antes de acostarse. Estaba en un estado lamentable. Compartimos habitación con un peregrino a pie y con una pareja de ciclistas vascos.
Salimos de León por el casco histórico. El día es frío, pero sin el viento fuerte de ayer. A ver si hay suerte. La etapa hasta Hospital de Orbigo es monótona, siempre yendo junto a la carretera nacional. Paramos a comernos un bocata a la salida de Villadangos del Páramo. Unos colegas de Madrid con los que hemos coincidido desde ayer nos hacen una foto y la suben a su web. La dirección es esta http://www.caminosantiago.pabloche.com/. Para ver la foto pincha en Galería y en Fotografías. Está en la parte media-baja.
Julio ha debido coger frío y va petao. Luis arrastra algo también. Ibamos a hacer una ruta alternativa más exigente por el monte hasta Astorga para evitar la carretera, pero tras 5 km de intento, lo descartamos porque Julio tira menos que el walkman de Drácula. Volvemos a arrastrarnos al lado de la carretera.
En Hospital de Orbigo encontramos a una peregrina que parece va escapando de algún loco peregrino que anda dándole la coña. La acompañamos un rato. Nos recuerda el suceso del Rompechinas de hace un par de días. Resulta que cuando estuvimos comiendo en Calzadilla de la Cueza, en la mesa de al lado había una pareja de peregrinos. Ella japa, él francés el doble que ella. Daba la sensación de que habían coincidido y como lo normal en el Camino es compartir, decidirían comer juntos. El se pasó todo el rato diciéndola tonterías y tratando de cogerle la mano a la china. Al final la cuenta la pagó él y la china salió por pies. Nosotros salimos un rato más tarde y la vimos caminando, ella sola, con celeridad. Estaría huyendo. Si la coge el animal ese, la rompe. Seguro que el esperará una nueva presa. No es más que esperar a que la estadística se cumpla. Qué gentuza.
Seguimos hasta Astorga sin novedad. La visitamos y al salir se me rompe la pata de cabra. Nada reseñable, pero mal presagio. Son las 15:00 y decidimos salir corriendo para poder comer el cocido en Castrillo de los Polvazares, a poco más de 7 km. En lo que salimos y llegamos al pueblo siguiente, Murias de Rechivaldo, nos dan más de las tres y cuarto. Como Julio va lento, le digo a Luis que por 5 minutos vamos a llegar tarde y que me hago un sprint hasta Castrillo para que al menos uno de nosotros llegue antes de las tres y media. Llego extenuado. Entro en el primer restaurante que encuentro, el Mesón del Arriero, y está completamente vacío, con los dueños comiendo. Me digo que mal panorama, seguro que hace rato que cerraron. Pregunto que si podemos comer, que seremos los últimos. Me dice que somos los últimos y los primeros. No había comido nadie. Nos tabicamos un cocido maragato con mayúsculas. Me como todo el chorizo porque los demás no lo quieren.
Salimos de Castrillo de los Polvazares creyendo que nos queda muy pocos kilómetros. La realidad es que si bien son sólo 20 km a hacer, son todos de subida. Vamos empezando a subir con dirección a Santa Catalina de Somoza. Al llegar estamos un rato hablando con un paisano que vende artilugios para los peregrinos. Le compro una concha porque yo no llevaba.
Nos empieza a chispear y como aún quedan 14 km nos vamos corriendo. Al principio la lluvia era fina para pasar a ser un calabobos. Nos ponemos traje de agua y a seguir. Pasamos el Ganso, el anterior pueblo a nuestro destino.
Parece que queda poco, pero la lluvia arrecia con fuerza. La subida va haciendo mella y el frío empieza a invadirnos. Voy dejando atrás a Luis y a Julio que las están empezando a pasarlo mal de veras. Yo no tardo mucho más. La lluvia, el frío y la constante subida te van minando poco a poco. Además el chorizo me repite mazo. Ve voy quedando sin fuerzas. No tengo más piñones ni platos para cambiar.
Voy dando pedales casi instintivamente, tratando de mirar al suelo, sin fijarme en el horizonte que te engaña continuamente, como queriendo enseñarte lo que nunca te va a dar. Aunque tengo ganas de parar porque no puedo más, sé que si me paro no sigo. Y eso la muerte segura.
Está lloviendo, tengo frío y no puedo casi moverme pero sé que tengo que tirar. Me acuerdo de mi familia, de mis hijos, de mi mujer, dentro de dos días les voy a ver. Su recuerdo me da mucha fuerza. Sigo pedaleando. Es una muerte dulce. La carretera, la lluvia y el frío está jugando con nosotros. Nos está agotando hasta la extenuación. Sigo pensando en mi familia y sigo pedaleando como un autómata. La pila que lo hace funcionar es mi familia.
Afortunadamente el Camino nos da un respiro un 1 km antes del destino. Deja de llover ligeramente, espero a Julio y a Luis, nos reagrupamos y aprovechamos para hacernos una foto en un roble centenario. La entrada al pueblo vuelve a ser una empinada cuesta arriba. Como caballeros sin honor, nos bajamos de las burras los tres y entramos en el pueblo con ellas de la mano. Las caras desencajadas, los cuerpos rotos, pero le hemos echado hasta lo que no teníamos y hemos llegado.
Entramos al albergue. Son más de las 8 de la tarde. Prácticamente somos los últimos en llegar. Está petado. Estamos ateridos de frío. Yo tirito sin control. Nos ponen en barracones separados. En el mío no hay calefacción. Ya se sabe, siempre le toca al más tonto o al más débil.
Cenamos un vaso de leche caliente y nos acostamos. Mañana nos toca subir a la Cruz de Hierro, el punto más alto de todo el Camino. Y está empezando a nevar. Nos decimos que cuando nos levantemos al día siguiente, dependiendo del día que haga y del estado de Julio y de Luis decidiremos si seguir o renunciar.
Hoy hemos hecho 76 km.
Tiempo real pedaleando 5h 42 min
Vel. media 13,3 km/h
Vel. máxima 42,55 km/h
Hemos pasado por La Virgen del Camino, Valverde la Virgen, San Miguel del Camino, Villadangos del Páramo, San Martín del Camino, Hospital de Orbigo, Villares de Orbigo, Santibáñez de Valdeiglesias, San Justo de la Vega, Astorga, Murias de Rechivaldo, Castrillo de los Polvazares, Santa Catalina de Somoza, El Ganso y Rabanal del Camino.
Hostal de San Marcos en León:
Puente del Passo Honroso en Hospital de Orbigo:
Astorga. Museo de los Caminos de Gaudí:
Castrillo de los Polvazares:
Entrando a Santa Catalina de Somoza:
Dormimos poco, eso porque quisimos, y mal, esto porque hacía un calor insoportable. Anoche Luis se desvaneció y empezó a roncar incluso antes de acostarse. Estaba en un estado lamentable. Compartimos habitación con un peregrino a pie y con una pareja de ciclistas vascos.
Salimos de León por el casco histórico. El día es frío, pero sin el viento fuerte de ayer. A ver si hay suerte. La etapa hasta Hospital de Orbigo es monótona, siempre yendo junto a la carretera nacional. Paramos a comernos un bocata a la salida de Villadangos del Páramo. Unos colegas de Madrid con los que hemos coincidido desde ayer nos hacen una foto y la suben a su web. La dirección es esta http://www.caminosantiago.pabloche.com/. Para ver la foto pincha en Galería y en Fotografías. Está en la parte media-baja.
Julio ha debido coger frío y va petao. Luis arrastra algo también. Ibamos a hacer una ruta alternativa más exigente por el monte hasta Astorga para evitar la carretera, pero tras 5 km de intento, lo descartamos porque Julio tira menos que el walkman de Drácula. Volvemos a arrastrarnos al lado de la carretera.
En Hospital de Orbigo encontramos a una peregrina que parece va escapando de algún loco peregrino que anda dándole la coña. La acompañamos un rato. Nos recuerda el suceso del Rompechinas de hace un par de días. Resulta que cuando estuvimos comiendo en Calzadilla de la Cueza, en la mesa de al lado había una pareja de peregrinos. Ella japa, él francés el doble que ella. Daba la sensación de que habían coincidido y como lo normal en el Camino es compartir, decidirían comer juntos. El se pasó todo el rato diciéndola tonterías y tratando de cogerle la mano a la china. Al final la cuenta la pagó él y la china salió por pies. Nosotros salimos un rato más tarde y la vimos caminando, ella sola, con celeridad. Estaría huyendo. Si la coge el animal ese, la rompe. Seguro que el esperará una nueva presa. No es más que esperar a que la estadística se cumpla. Qué gentuza.
Seguimos hasta Astorga sin novedad. La visitamos y al salir se me rompe la pata de cabra. Nada reseñable, pero mal presagio. Son las 15:00 y decidimos salir corriendo para poder comer el cocido en Castrillo de los Polvazares, a poco más de 7 km. En lo que salimos y llegamos al pueblo siguiente, Murias de Rechivaldo, nos dan más de las tres y cuarto. Como Julio va lento, le digo a Luis que por 5 minutos vamos a llegar tarde y que me hago un sprint hasta Castrillo para que al menos uno de nosotros llegue antes de las tres y media. Llego extenuado. Entro en el primer restaurante que encuentro, el Mesón del Arriero, y está completamente vacío, con los dueños comiendo. Me digo que mal panorama, seguro que hace rato que cerraron. Pregunto que si podemos comer, que seremos los últimos. Me dice que somos los últimos y los primeros. No había comido nadie. Nos tabicamos un cocido maragato con mayúsculas. Me como todo el chorizo porque los demás no lo quieren.
Salimos de Castrillo de los Polvazares creyendo que nos queda muy pocos kilómetros. La realidad es que si bien son sólo 20 km a hacer, son todos de subida. Vamos empezando a subir con dirección a Santa Catalina de Somoza. Al llegar estamos un rato hablando con un paisano que vende artilugios para los peregrinos. Le compro una concha porque yo no llevaba.
Nos empieza a chispear y como aún quedan 14 km nos vamos corriendo. Al principio la lluvia era fina para pasar a ser un calabobos. Nos ponemos traje de agua y a seguir. Pasamos el Ganso, el anterior pueblo a nuestro destino.
Parece que queda poco, pero la lluvia arrecia con fuerza. La subida va haciendo mella y el frío empieza a invadirnos. Voy dejando atrás a Luis y a Julio que las están empezando a pasarlo mal de veras. Yo no tardo mucho más. La lluvia, el frío y la constante subida te van minando poco a poco. Además el chorizo me repite mazo. Ve voy quedando sin fuerzas. No tengo más piñones ni platos para cambiar.
Voy dando pedales casi instintivamente, tratando de mirar al suelo, sin fijarme en el horizonte que te engaña continuamente, como queriendo enseñarte lo que nunca te va a dar. Aunque tengo ganas de parar porque no puedo más, sé que si me paro no sigo. Y eso la muerte segura.
Está lloviendo, tengo frío y no puedo casi moverme pero sé que tengo que tirar. Me acuerdo de mi familia, de mis hijos, de mi mujer, dentro de dos días les voy a ver. Su recuerdo me da mucha fuerza. Sigo pedaleando. Es una muerte dulce. La carretera, la lluvia y el frío está jugando con nosotros. Nos está agotando hasta la extenuación. Sigo pensando en mi familia y sigo pedaleando como un autómata. La pila que lo hace funcionar es mi familia.
Afortunadamente el Camino nos da un respiro un 1 km antes del destino. Deja de llover ligeramente, espero a Julio y a Luis, nos reagrupamos y aprovechamos para hacernos una foto en un roble centenario. La entrada al pueblo vuelve a ser una empinada cuesta arriba. Como caballeros sin honor, nos bajamos de las burras los tres y entramos en el pueblo con ellas de la mano. Las caras desencajadas, los cuerpos rotos, pero le hemos echado hasta lo que no teníamos y hemos llegado.
Entramos al albergue. Son más de las 8 de la tarde. Prácticamente somos los últimos en llegar. Está petado. Estamos ateridos de frío. Yo tirito sin control. Nos ponen en barracones separados. En el mío no hay calefacción. Ya se sabe, siempre le toca al más tonto o al más débil.
Cenamos un vaso de leche caliente y nos acostamos. Mañana nos toca subir a la Cruz de Hierro, el punto más alto de todo el Camino. Y está empezando a nevar. Nos decimos que cuando nos levantemos al día siguiente, dependiendo del día que haga y del estado de Julio y de Luis decidiremos si seguir o renunciar.
Hoy hemos hecho 76 km.
Tiempo real pedaleando 5h 42 min
Vel. media 13,3 km/h
Vel. máxima 42,55 km/h
Hemos pasado por La Virgen del Camino, Valverde la Virgen, San Miguel del Camino, Villadangos del Páramo, San Martín del Camino, Hospital de Orbigo, Villares de Orbigo, Santibáñez de Valdeiglesias, San Justo de la Vega, Astorga, Murias de Rechivaldo, Castrillo de los Polvazares, Santa Catalina de Somoza, El Ganso y Rabanal del Camino.
Hostal de San Marcos en León:
Puente del Passo Honroso en Hospital de Orbigo:
Astorga. Museo de los Caminos de Gaudí:
Castrillo de los Polvazares:
Entrando a Santa Catalina de Somoza:
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