martes, 27 de marzo de 2012

Día 1. Talavera de la Reina - Estación de Pizarrita. 69,09 Km





Kilómetros: 69,09
Tiempo pedaleando: 5:10:53
Vel. media: 13,33 km/h
Vel. máxima: 42,47 km/h

Primer día de este Camino a Guadalupe. El día amanece con nubes y claros y con algo de fresco. Quedamos a las 8:30 en la recepción del hotel. Luis y yo hemos dormido en la misma habitación y cumplimos el horario. Y como hay cosas que no cambian nunca, Julio no aparece hasta unos 10 minutos más tarde. Igual habrá estado hablando con muñeco de barro.

Pagamos y salimos en dirección a una churrería cercana, Pio 2, en la esquina de la calle Dos de Mayo con la calle Capitán Daoiz, con unos azulejos de Talavera muy bonitos.

Terminado el café con churros, salimos a las 9:15 cruzando el centro de Talavera por la calle San Francisco, Plaza del Reloj, Bachiller Hernando Alonso, Iglesia de Santa María la Mayor (o Colegial), ayuntamiento de Talavera y nos llegamos al Puente Metálico para salir de Talavera en dirección al barrio de Santa María por la carretera de Los Navalmorales. A la altura de Santa María giramos a la derecha, antes de una línea aérea de alta tensión, para tomar ya camino de tierra.

Al poco nos encontramos con una construcción medio desvencijada, que parece un almacén, y entramos a curiosear. Por dentro está todo lleno de cuerdas que cuelgan de los techos. Se trata sin duda de un antiguo secadero de tabaco. Resulta muy curioso comprobar las miles de cuerdas que cuelgan por todos los lados en los tres pisos que parece había.

Seguimos hasta empezar la primera subida del día, El Mecachón. Lo subimos sin mayor problema. El camino es bueno, sin apenas piedra suelta y el paisaje empieza a cambiar drásticamente. Ahora ya empezaremos a ver de contínuo jaras y encinas. Las vistas hacia atrás son muy bonitas, con Talavera al fondo en el valle y farallones de tierra caliza que hacen de pared al valle del Tajo.

Seguimos sin mayor incidencia entre fincas muy puestas entre este mar de encinas. Tras El Mecachón y La Culebra, alcanzamos las casas del Alamillo y El Membrillo, un pueblo pequeño en medio de la nada, con la iglesia cerrada y casi sin bar. Son las 11:15 y hemos hecho 16 kilómetros.

Seguimos hasta alcanzar el Cordel de Las Merinas y llegarnos a Alcaudete de la Jara. Como son las 12:15 nos paramos a reponer algo de fuerzas. Tras media hora, seguimos en dirección a la iglesia, pero también está cerrada y no podemos sellar. Hacemos alguna foto y nos disponemos a salir hacia Belvís de la Jara. De por medio hay un pequeño monte, el Cerro del Burro.

Aunque en las altimetrías que teníamos ya sabíamos que era un repecho no muy largo y algo duro, lo que en ningún sitio se puede ver es que el camino está muy agrietado y con mucha piedra suelta. No hizo falta echar pie a tierra para empujar la bici, pero la subida se hace muy dura, tardando algo más de media hora en hacer solo 3 kilómetros.

Tras una breve parada para retomar aire, seguimos hasta alcanzar Belvís de la Jara. En lugar de seguir hasta Aldeanueva de Barbarroya, decidimos parar a tomar un bocadillo y reponer fuerzas. Lo hacemos en la plaza del pueblo, aunque los bocatas los tardaron en preparar y al final la parada se prolongó más de 1 hora.

A las 4 de la tarde salimos de nuevo por más caminos de sube y baja hasta Aldeanueva de Barbarroya. De nuevo la iglesia cerrada y nos llegamos a un bar en la plaza del pueblo. Allí nos tomamos un botellín y uno de los que están en la barra nos pregunta de dónde venimos y dónde vamos. El susodicho, de nombre José Manuel Fernández, se identifica como el alcalde y nos quedamos charlando con él un buen rato. Nos explica la historia de la cara que hay en la fachada de una casa del pueblo, el desarrollo de la comarca, la Vía Verde, etc, etc. Como no hemos podido sellar la credencial, él nos pone su firma y, tras estar allí casi 1 hora, seguimos en dirección a unos lavaderos que hay a la salida del pueblo, en el margen del arroyo Zarzuela, antes de alcanzar la Vía Verde. Con unas cosas y otras alcanzamos la Vía Verde a las 17:45 y con 20 kilómetros aún por delante.

El tramo de Vïa Verde que hemos de tomar hasta nuestro destino de la Estación de Pizarrita es una cuesta arriba muy tendida pero sin descanso. Con las cuestas que hemos hecho y la hora que es, se nos hacen bastante largo. Hay enormes rectas, todas cuesta arriba, tan largas que no acabas de ver el final. Y cuando por fin rematas una y das una curva, te aparece otra recta más, siempre infinita y en subida. Toda la Vía Verde se me hizo igual. La única forma de no desfallecer era marcarme un ritmo constante de 20 km/h del que no bajar, pero había tramos que era imposible mantenerlo. El cansancio empezaba a notarse. La etapa estaba resultando mucho más dura de lo previsto.

Vamos avanzando poco a poco. Como la Vía Verde es también usada por coches, y no entiendo cómo les dejan, el cemento del piso está muy roto. A veces resulta incómodo. Cruzamos varios túneles y pasamos por los antiguos apeaderos de Pilas y Nava Fuentes. La luz de la tarde va cayendo. El paisaje es de monte bajo y parece que estuviéramos en mitad de la nada.

Y así, poco a poco, tras hora y media por la Vía Verde, llegamos a destino a eso de las 19:15.

La estación de Pizarrita la han arreglado y han puesto unas zonas comunes donde hay aseos y duchas, una zona cubierta donde en primavera y verano dan de comer, y han arreglado un vagón que hace las veces de coche restaurante, y otro vagón de coches camas.

Cuando llegamos ya solo queda una chica, que nos preparará la cena y un encargado que duerme allí y hace las veces de camarero. Seremos los únicos que cenen y duerman aquí hoy.

Después de ducharnos hacemos por cenar lo antes posible y así liberar a la cocinera, que además está embarazada de 6 meses y no queremos entretenerla. Al comentarle si después se puede ir a tomar algo al pueblo más cercano, Campillo de la Jara que está a escasos 3 kilómetros, nos dice que sí, pero que la noche será oscura y además dice que hay mucho corzo y mucho animal que baja a beber al río y que igual resulta algo peligroso ir con la bici de noche poque hay algo de cuesta y se nos cruzarán muchos animales.

Al final no vamos al pueblo porque Eugenio, el camarero, ha llamado al electricista ya que el cuadro de luces que tienen ha saltado un par de veces y hay que mirarlo. Y resulta que el chispas, Andrés creo que se llamaba, no tiene mucha prisa y se queda a tomarse un cacharrito. Y como empieza a contar chistes, pues al final caen unos cuantos cubatas mientras no paramos de reirnos con ellos.

De estar a punto de ir a acostarnos a eso de las diez de la noche, nos estamos contando chistes y tomando cubatas sin parar hasta la una de la madrugada. Nos metimos una buena jartá a reir. Gracias a Eugenio y Andrés por la buena noche que echamos.

Hoy hemos pasado por: Talavera de la Reina, El Membrillo, Alcaudete de la Jara, Belvís de la Jara, Aldeanueva de Barbarroya, Estación de Pizarrita.

Día 0. Madrid - Talavera de la Reina




La realidad es que esta etapa es sólo el acercamiento a Atocha y el desplazamiento en tren hasta Talavera de la Reina. En lugar de etapa es un aperitivo. Pero un aperitivo de casi 20 kilómetros pertrechado ya con las alforjas y todos los avíos.

Salgo de casa a las 15:30 para ir por el carril bici y Madrid Río hasta Legazpi. Hace calor y, aunque no he comido, llego a la hora establecida porque el trayecto es casi todo llano picando algo hacia abajo y se hace aún sin fuerzas. A la altura del Matadero le doy un toque a Luis para encontrarnos en la misma plaza de Legazpi y así nos hacemos juntos la subida hasta la estación de Atocha.

Según entramos en la estación vemos a Julio que habrá llegado unos cinco minutos antes. Son las 16:35. Mi ruta en bici acaba aquí por hoy. Son casi 20 kilómetros, suaves, que habrá que acumular a los 185 kilómetros que tenemos planificados hacer en los próximos tres días.

Le enseñamos los billetes a la chica que está en la entrada que tenemos que tomar para los andenes de medio recorrido y nos dice que el tren a Talavera no sale en Atocha sino en Villaverde Bajo, y que sale a las 18:00 en vez de a las 17:30. Empezamos a revisar el billete de tren por todas sus esquinas y al final aceptamos pulpo como animal de compañía ya que de lo que pone podría entenderse eso, pero es todo bastante confuso.

El caso es que lo único que hemos de hacer es ir al andén, subir en el próximo tren que pase por Villaverde Bajo y esperar allí a la salida del tren a Talavera de la Reina. Como yo no había comido comentamos la posibilidad de picar algo en la misma estación de Atocha, pero la chica nos dice que lo hagamos mejor en la estación de Villaverde y allí esperemos a la salida del tren tranquilamente.

Y le hacemos caso y allá que bajamos al andén, cogemos un tren que iba a Parla o a Aranjuez (ya no recuerdo) y nos plantamos enseguida en Villaverde Bajo. En la misma estación nos hacemos una parcelita en la barra del bar y nos atiende una chica tan bajita como simpática. Se mueve que parece que se ha tragado un rabo de lagartija. Le pido amablemente una foto para la colección, pero me dice que no es fotogénica y no nos la hacemos. Eso sí, nos prepara unos bocatas más que dignos, regados con sus buenos botellines. Y como aún tenemos tiempo hasta que salga el tren, nos prepara unos muy dignos cubatas. El mío de Legendario. Me dice que está muy de moda ahora ponerlo con zumo de piña y nos prepara un chupito, pero ni a Luis ni a mí nos gusta. La piña mata todo el sabor del ron. También nos dice que le demos recuerdos al revisor, que se llama Pedro, o Peter, y que es majo.

Llegada la hora nos bajamos al andén y hacemos por encontrar al tal Peter que está en cabecera de andén con el maquinista del tren. Le decimos que vamos de parte de la chica del bar, creo que se llamaba Ana, y subimos al primer vagón con las bicis pegadas a la cabina del maquinista.

Va también en el vagón una chica que habíamos visto tomando algo sola en el bar. Debe tener nuestra edad, con una huerta espléndida pese a la pertinaz sequía que padecemos; aunque de cara, carísima. Diríase que la droga es muy mala. El caso es que se sienta con un joven, al que le sacará fácil veinte años, y en la hora y media que tardamos en llegar a Talavera no paran de charlar. Con él se baja en Talavera y desaparecen juntos por el andén. Igual hacen la misma colección de cromos.

Peter nos recomienda varios sitios para cenar y salimos de la estación de Talavera de la Reina juntos. Nos montamos en las bicis y nos vamos a sellar a la Iglesia de Santiago. Hemos de esperar algo porque están terminando un funeral, pero logramos el sello. Desde ahí nos vamos a la Iglesia de Nuestra Señora del Prado, patrona de Talavera. La iglesia es bien bonita, pero la sacristía está cerrada. Damos una vuelta por el exterior y cuando estamos a punto de irnos nos chilla un joven que resulta ser un sacerdote que al ver las bicis intuyó que éramos peregrinos. Pues sí señor, lo somos. Muy amablemente nos abre la sacristía, nos sella la credencial, nos da una estampita de la Virgen del Prado y nos desea buen peregrinaje, pidiéndonos que al llegar a Guadalupe recemos para que llueva. Muy simpático el curilla.

Con los deberes del día hechos, nos vamos al hotel, dejamos los trastos y nos damos una vuelta para cenar algo. Picamos unas tapas muy ricas en La Alcaparra, en el cruce de Lepanto con Joaquina Santander, y tras otro medio cubata, pero sin tardar mucho, nos volvemos al hotel a dormir porque mañana empieza lo bueno.